ESTADOS UNIDOS, AUSTRALIA, 2015
TÍTULO ORIGINAL: Goosebumps
DIRECTOR: Rob Letterman
PRODUCTOR: Deborah Forte, Neal H. Moritz
GUIÓN: Darren Lemke
REPARTO: Jack Black, Dylan Minnette, Odeya Rush
DURACIÓN: 103 minutos
VALORACIÓN: 5.75/10
Que fácil es asustarnos cuando somos unos críos. Toda una generación que crecimos en los 90 nos enganchamos a unas novelas de bolsillo con coloridas portadas que recibían el nombre de Pesadillas y estaban escritas por R.L. Stine. Eran historias de terror muy light que servían para introducir en este género a unos mocosos que apenas levantábamos un palmo del suelo y nos sobresaltábamos con relatos de monstruos de las nieves, muñecos vivientes, momias, alienígenas, hombres lobos y todo tipo de seres diabólicos salidos de la mente del señor Stile.
Es por ello que cuando se anuncio que se realizaría una película
basada en estas novelas a uno le entro el punto nostálgico por ver como habían envejecido
y si pasados los años conseguían inquietarme como lo hacían de pequeño. Aunque
esta incertidumbre duro muy poquito tiempo, el mismo que tardaron en anunciar
que el encargado de dar vida a R.L Stine
sería el californiano Jack Black, aquí
todo atisbo de terror se esfumo y nos quedo claro que la adaptación cinematográfica
de Pesadillas seria una aventura
juvenil mucho más cercana a la comedia que al terror.
Un joven se muda con su madre a un pequeño pueblo de Madison
tras la muerte de su padre. Una vez instalados allí entabla amistad con su misteriosa vecina y con el chico más
torpe del instituto. Todo se tuerce cuando los dos jóvenes entran en casa de la
chica y descubren una colección de libros de Pesadilla guardados bajo llave y
deciden abrir uno de ellos dejando escapar al Abominable Hombre de las Nieves.
Tras este hecho se destapa un terrible secreto: la chica es
la hija del escritor R.L. Stine y
cada uno de los libros que se hallan en su casa contiene a un terrorífico monstruo
que ha sido liberado tras el incidente con el Hombre de las Nieves.
Desde este momento todos los monstruos del imaginario de R.L.Stine se adueñan de la pantalla,
tomando especial protagonismo los gnomos de jardín, el hombre lobo, la mantis
religiosa gigante o el caniche vampiro, dejando el papel de líder a uno de los
monstruos más míticos de la saga de novelas, el muñeco de ventrílocuo Slappy.
Es aquí cuando la película se tuerce definitivamente ya que
presenciamos un catalogo de monstruos digitales que dejan mucho que desear y
que se van turnando en pantalla sin demasiado sentido y dejando el hilo
argumental como algo secundario ante la pirotecnia visual que pretende
ofrecernos.
Pesadillas, la cinematográfica,
nos evoca también a nuestra infancia, justo en el momento en que nos asustábamos
con sus novelas y disfrutábamos con películas como Los Goonies, Cazafantasmas
o Gremlins ya que su estilo cinematográfico
recuerda a todas ellas, y en especial a Jumanji con la que comparte muchas
similitudes.
Del reparto destacamos a Dylan Minnette y Odeya Rush
que interpretan a una pareja con mucha química y que sabe sobreponerse a todos
los contratiempos con los que se encuentran. Por su parte Jack Black hace de Jack
Black, su típica interpretación que ya todos conocemos y que en esta ocasión
consigue no desentonar con el tono del film. Y aunque no sea humano también
quiero nombrar a Slappy, un perfecto
líder para los monstruos que consigue poner algo de coherencia entre tanto
caos.
Tambien destaca la fotografía del español Javier Aguirresarobe que pese a que le
llego algo tarde sigue aprovechando todas y cada una de las oportunidades que
se le ofrecen en Hollywood y vuelve a realizar un notable trabajo pese a lo mal
que quedan algunos de los monstruos en pantalla, mención especial al hombre
lobo que no hay por donde cogerlo.
Resumiendo, Pesadillas es una película perfecta para introducir a los más pequeños en el cine de género y que se vayan familiarizando con los monstruos de una manera cómica y divertida. Para los nostálgicos seguidores de la novela servirá para reencontrarnos con algunos de los seres que hicieron que escondiéramos nuestras cabezas debajo de las sabanas, pero en esta ocasión no nos provocaran miedo, tampoco risas, si no en su inmensa mayoría indiferencia.
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