ESTADOS UNIDOS, 2024
TÍTULO ORIGINAL: Ick
VUELTA A LOS 2000
Hay una época que se resiste a morir: la del terror juvenil de principios de los 2000. Teléfonos con tapa, flequillos con laca, bandas sonoras de nu metal, y adolescentes perseguidos por asesinos con motivaciones dudosas y estilismos cuestionables. Joseph Kahn, que siempre ha jugado con los excesos (recordemos Detention), vuelve a esa era con todo el cariño y el desparpajo del mundo.
ICK es exactamente lo que parece: una fiesta de clichés, referencias autoconscientes, filtros cromados y gritos hormonales. Y sí, al principio, como pasa con cualquier buen homenaje, la nostalgia embriaga. En los primeros minutos estás dentro: los colores saturados, los personajes arquetípicos (el chulo, la reina del drama, el outsider que escucha a The Used), las reglas del slasher de videoclub... Todo funciona. Hasta que deja de hacerlo.
A mitad de camino, el efecto revival empieza a hacerse bola. La trama gira en círculos, el humor meta se vuelve repetitivo y la saturación visual —marca de la casa de Kahn— termina agotando más que sorprendiendo. Todo es tan autoconsciente, tan frenético, tan “esto ya lo viste pero con brillo nuevo”, que uno empieza a preguntarse si está viendo una película o una campaña de marketing para resucitar a My Chemical Romance.
Pero, y aquí viene el giro, cuando ya estás listo para rendirte… te lo estás pasando bien. Porque Kahn, con todos sus excesos, sabe entretener. Y porque ICK no pretende ser más de lo que es: un parque de atracciones para nostálgicos del miedo millennial. En vez de intentar reinventar el género, lo abraza, lo agita, lo tunea, y lo lanza a la pista de baile.
¿Tiene sentido? No mucho. ¿Tiene ritmo? Todo el del mundo. ¿Tiene corazón? En su propia forma hiperactiva y un poco imbécil, sí. Y eso, al final, deja mejor sabor de boca del que esperabas.

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