ESPAÑA, 2023
TÍTULO ORIGINAL: Escape
NO HAY DONDE ESCPAR
Rodrigo Cortés vuelve a demostrar que no le tiembla el pulso a la hora de prender fuego al retrato de una generación que preferiría quedarse abrazada al sofá antes que enfrentarse a la vida real. Escape es un bofetón directo a esa masa de seres que se niegan a complicarse, que huyen de tomar una sola decisión como si fueran alérgicos a la responsabilidad y que, mientras tanto, chupan de la teta familiar y del sistema como garrapatas con wifi.
La película funciona porque no se limita a sermonear: se ríe. Y se ríe con un humor irreverente, cruel, incómodo, de ese que arranca carcajadas mientras al mismo tiempo te hace torcer el gesto porque reconoces demasiado de lo que ves en pantalla. Cortés entiende que la sátira debe doler un poco, y aquí duele lo suficiente como para dejar marca.
Y luego está Mario Casas, en estado de gracia. Sí, ese Mario Casas que tantos han despreciado y que aquí demuestra que cuando el material lo exige puede convertirse en un bisturí afilado. Su interpretación es el combustible que hace despegar a Escape y evita que la crítica social se quede en mero panfleto.
¿Perfecta? No. ¿Afila el cuchillo lo suficiente? Tampoco siempre. Pero lo que entrega Cortés es un espejo sucio en el que esta generación haría bien en mirarse, aunque la mayoría preferirá seguir escondida tras el filtro de Instagram.

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