BÉLGICA, FRANCIA, 2024
TÍTULO ORIGINAL: Maldoror
DU WELZ NUNCA FALLA
Cada vez que Fabrice Du Welz aparece por Sitges hay que prestar atención. Su cine nunca busca complacer, sino sacudir, y con Maldoror lo hace desde las profundidades más turbias de la realidad reciente. El director belga se adentra en uno de los episodios más oscuros de su país: la trama de pederastia y tráfico de menores que estremeció a Bélgica en los años 90, y lo convierte en un thriller sórdido, pegajoso, sin escapatoria posible.
Aquí no hay artificios ni tópicos de manual. Du Welz evita el efectismo fácil y prefiere ensuciarse las manos, arrojando al espectador a un subsuelo moral donde la investigación policial se convierte en un descenso a los infiernos. No hay consuelo ni respiro: la cámara observa con una frialdad quirúrgica, y esa ausencia de concesiones es la que golpea con más fuerza.
El resultado es cine directo a la yugular, que incomoda no tanto por lo que muestra como por lo que sugiere, por la sensación de estar frente a una herida aún abierta en la memoria colectiva. Maldoror confirma que Du Welz sigue siendo uno de los grandes exploradores de la podredumbre humana, capaz de transformar lo inenarrable en un relato cinematográfico tan oscuro como necesario.
Incómoda, áspera y sin la más mínima intención de ser amable, Maldoror es de esas películas que uno no “disfruta” en el sentido convencional, pero cuya existencia se siente imprescindible. Un viaje al horror real, contado con la brutal honestidad de alguien que no está aquí para entretener, sino para recordarnos lo que preferiríamos olvidar.
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